De ordinario, lo primero en lo que uno suele fijarse cuando cae en sus manos un libro que no ha leído es en sus solapas o en su contraportada, buscando información sobre el autor o la propia novela —si le son desconocidos—. Posteriormente es común leer en diagonal alguna página al azar, iniciándose un primer juicio sobre la calidad del texto que siempre culmina con el examen del primer párrafo. Del incipit. Esa es la prueba definitiva. La que decide, a fin de cuentas, si continuaremos leyendo o no. Manuel de Lorenzo
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